martes, 28 de julio de 2015

WITHOUT THIMBLE: BOLSA PARA EL PAN


  Lo que os traigo hoy es un post nocturno... porque me puse a coser hacia las 9 de la noche, más que nada. Ahora en serio, se trata en realidad de una bolsa para el pan súper sencilla de hacer, sin necesidad de ningún patrón.
  Cuando empieza el buen tiempo (o sea, cuando se va el invierno), los findes mis padres cruzan la frontera y se van a Las Landas, un departamento francés dentro de la región de Aquitania, a más o menos una hora de Sanse, donde hay un microclima que garantiza casi cielos despejados; también hay un montón de pinos que no sé lo que sueltan, pero que te hacen estar como un zombie todo el día. El ambiente es tan relajado que te quedas ceporro en cualquier sitio (ni te cuento si después de comer te pones la peli-trágica de antena 3...)
  Bueno pues, el vehículo indispensable allí es la bicicleta, al menos para mi padre, que va a todos los sitios con ella, incluso a comprar el pan. Solía llevarse una bolsa de tela que mi madre tuneó para que pudiera colgársela a la espalda, pero un día, ¡horror, la bolsa se rompió!
  ¡NOOOOOOO!
  Y entonces me pidió-ordenó que le hiciese una nueva.
  Él esperaba otro simple bolsa de tela, pero no, tenía que hacerle algo más personal. Y entonces se me ocurrió el dibujo que veis más abajo: como es para el pan, una baguette, como es para Francia, una txapela, el bigote y el pañuelo al cuello, y por supuesto, ¡La Bicicleta! La canción es ya para tomarle el pelo, porque cuando se pone a cocinar su ingrediente estrella es el pollo: al horno con sidra o cerveza, frito, con arroz... no importa; mi madre la pobre dice que cualquier día le salen alas.
  Del proceso de ilustración no tengo fotos, así que os lo cuento en plan rápido: lo dibujé a mano, lo redibujé después con el ordenador y por último, lo imprimí en un papel transfer. Se plancha después sobre una tela de algodón (ojo, nada de vapor) y ya está listo.


  Además del dibu, necesitaremos también la tela, la cuerda (que no está en la foto porque siempre se me olvida algo), el metro, las tijeras y las medidas, very importante. Mi intención era hacer una bolsa de buen tamaño, así que estas fueron las medidas que utilicé: 52 cm de alto x 42 cm de ancho. Las costuras serán de 1 cm de ancho y la boca de 3 cm + 1 cm, que ya están incluidos en las medidas anteriores.


  Lo primero, planchar la tela un poco, sobre todo si ha estado guardada de cualquier manera (ejem). Ahora sí, empezamos a medir; marcamos con alfileres y cortamos después. Remallamos costados y justo después planchamos el dobladillo de la boca, primero a 1 cm y luego a 3.


  Es el turno de coser el dibu. Al ponerlo sobre las rayas vi que se transparentaba bastante, lo que no me gustó nada y entonces se me encendió la bombilla: cogí un trozo de fieltro blanco que andaba perdido por el armario, lo recorté y lo cosí; ¡perfecto!


  Se marca la mitad de la bolsa, y se coloca 5 cm por encima; se sujeta con algunos alfileres (recomiendo pinchar en el fieltro, que si no el transfer parece un queso gruyere), y se cose con un zigzag (a ver, podéis coserlo como os de la gana, pero a mí me parece que así queda más limpio y que aguanta mejor).



  Cosemos los costados hasta el alfiler, colocado a 33 cm del bajo; el resto formará parte de la abertura. Doblamos el bajo en forma de pico, procurando que la costura quede en el centro y le damos un pespunte a 1 cm. Bueno, pero esto va un poco a ojo, dependiendo de cuanto volumen le queráis dar a la bolsa. Ah, según cosáis el costado planchar abriendo costuras, será más fácil.


  La abertura: dobláis y planchais 1 cm hacia el interior (que si lo habéis hecho al abrir costuras mejor) y coséis a ancho de patilla (0,7 cm más o menos). Pespunteáis luego el dobladillo de la boca, con una costura o con dos, como veáis. Y lo que es la bolsa en sí ya está hecha.


  Del cordón usé 2,10 m (x 2). Con la ayuda de un pasacintas (¡anda, otra cosa que no sale en la foto!), se introduce por un extremo de la parte superior, se saca por el otro, se vuelve a meter esta vez por el de abajo, se saca por el otro y se hace un nudo. Y ahora repetimos la operación por el otro lado.


  Para terminar, en vez de hacer una presilla para evitar que la bolsa se rasgue, me dije: ¿y si le pongo unos triangulitos de polipiel? Pues eso, se cosen en el fondo de la abertura.


  ¡Y ya está la bolsa terminada!


  El último finde que anduve por allí le di la bolsa a mi padre, y le encantó. Eso sí, se la di y luego se la quité, que tenía que sacar las fotos 'guays'.
  No sé cuantas hice, casi todas una castaña, pero entonces me di cuenta de que tenía la bici delante de mis narices. Monté la bolsa con los panes en el pedal, saqué unas cuantas fotos más y me dije, 'estas sí'.


  Volviendo a la bolsa, es sencilla de hacer, ¿sí o sí?
  Nos vemos en el próximo post.
                                                                                                        M..

P.d.: así por comentar, no sé qué tiene este pan del país vecino, pero está de la leche; no es que sea muy panera, pero cuando estoy allí ¡me incho! Zombie y atiborrada a pan, es el fin de semana ideal...

martes, 21 de julio de 2015

SWEET LAB: TARTA DE MANZANA


  Y para hoy, ¡otro post dulce!
  ¿Recordáis que en el último post comenté que hice una tarta de manzana mientras esperaba que el Helado de Pitufo cuajase? ¡Pues esta es! Ya veréis, es tan fácil de hacer, que cualquier momento tonto os parecerá perfecto para poneros a hornearla.


Los ingredientes son estos que veis en la imagen:
4 Manzanas
180 gr Harina
1/2 sobre Levadura (unos 8 gr)
2 Huevos
100 gr Azúcar Moreno
175 ml Leche
Mermelada de Albaricoque


  Lo primero, precalentar en horno a 180ºC. 
  A continuación, pelamos dos de las manzanas y las cortamos en daditos; el tamaño no es que importe mucho, las vamos a triturar después...


  Echamos ahora todos los ingredientes en el vaso de la batidora. Por lo general lo primero que echo es la manzana, porque la tengo preparada ya, y luego la leche, los huevos (echarlos primero en un vaso para evitar polizones), el azúcar, la harina, la levadura... ¡y a darle caña! (Poner la tapa, no vayáis a liarla...) 


  Por cierto, que no lo he comentado, pero tamizar siempre, siempre, siempre la harina, ¿la razón? mirad la imagen de arriba (lo parece, pero no es el tambor de la lavadora). Esas piedrecitas tan majas, pueden arruinarte la tarta, porque no es agradable morder un trozo y encontrarte una bolita de harina cruda. Así que ya sabéis, no seáis vag@s, y ¡tamizar!
  Y si no tenéis un tamizador como el mío (es de los amigos suecos), también vale un colador.
  Ah, que se me olvidaba: la levadura la añado al bol de la harina siempre, de forma que lo tamizo luego todo junto.


  Bueno, pues ya estamos triturando... Me estoy dando cuenta de que si miras la primera foto sin mucha atención como que parece otra cosa... Pero nada, seguir triturando hasta que os quede una masa homogénea.


  Lo he puesto casi al final, pero una de las primeras cosas que hago cuando voy a hornear además de encender el horno, obviamente, es preparar el molde. Le unto la mantequilla, la cubro con harina procurando no dejar pegotes, y luego lo meto al frigo (esto último necesario no es, es más una manía mía).


  Vertemos la masa en el molde y entonces, pelamos y laminamos las otras dos manzanas; la razón de no hacerlo al mismo tiempo que las otras, es que se oxidan. Generalmente esta tarta la hago en un molde de 24 cm, pero como el único que tenía a mano en mi casa era uno de 20, con una manzana fue suficiente (la que sobró la tengo muerta de risa en el frigo).
  Cubrimos la masa con las láminas solapándolas ligeramente, y al horno, manteniendo los 180ºC, unos 45 minutos.


  Cuando el tiempo haya terminado, sacamos la tarta, y con la ayuda de un pincel, le untamos la mermelada de albaricoque, que le dará un sabor mucho más rico; ¿la cantidad? al gusto de cada uno. 
  Et voilà, ¡tarta terminada!


  He aquí el interior de la tarta. El plato naranja no tiene precio, lo sé, pero era lo que había en casa de mis primos (es curioso, pero las enanas se quedaron con los platos buenos y a los mayores nos tocaron los de plástico; ¡no son listas ni ná!)
  Suele quedar más abizcochada, pero teniendo en cuenta que la hice en mi horno (dinosaurio), está muy bien (donde esté el horno nuevo de mis padres...) y de sabor, estaba buenísima.

  Veréis que en la foto de presentación he dejado el molde: la razón es que así es más fácil transportarla; suelo dejar también el papel de horno, para que pasarla a un plato sea sencillo, y evitar así que utensilios cortantes rayen el molde (emoticono que enseña los dientes).
  Mi plan sería perfecto si: no me dejase los moldes allí donde voy; soy una pena de tía, lo sé.

  Como veis es súper sencilla, con ingredientes básicos y que no lleva mucho tiempo, así que, ¿os animáis a hacerla?
  ¡Nos vemos!
                                                                                                     M..

miércoles, 15 de julio de 2015

SWEET LAB: HELADO DE PITUFO



  ¿Hay algo mejor en verano que los helados? Sobre todo con las olas de calor que tenemos últimamente; ¿cuantas llevamos? ¿dos? ¿tres? Por suerte aquí en el norte no son tan fuertes; los del sur tenéis que estar pegados al asfalto ya...

  El otro día en el trabajo tuvimos un momento ochentero, originado creo por la música que puso mi compi. El caso es que hablando y hablando, no sé muy bien cómo, salió el tema del helado de Pitufo. Ahora mismo no sé si lo hay en las heladerías, pero recuerdo comerlo de enana, porque yo de princesas no entendía, pero que era la Pitufina lo tenía clarísimo. Y entonces surgió la duda: ¿de qué estaba hecho? Mi compi no lo había probado, así que no tenía ni idea, algún otro que andaba por allí, no sabía de qué le hablábamos... y lo único que recordaba yo era que tenía un sabor dulce.
  Así que me piqué, y me puse a enredar en internet... Y encontré esto. Me pareció que era muy sencillito, y aprovechando que el fin de semana iba a comer con mis primos, me tiré de cabeza.


   Los ingredientes: 200 ml de nata para montar, 150 ml de leche, 175 gr de nubes (aquí siempre los hemos llamando jamones) y colorante azul.
  Y antes de empezar comento: veréis que el helado tiene un color azul un poco raruno... la razón es sencilla: al ser las nubes rosas, compensar el color resulta bastante difícil (pensaba que la mezcla quedaría más blanca). Así que, si os animáis a hacerlo, buscar nubes blancas, o de pitufo, que parece que las hay.

 
  Y ahora sí, ¡al lío!
  Ponemos la leche a calentar y le echamos los jamones. Removemos de vez en cuando hasta que la mezcla esté preparada; no tarda mucho. La echamos en un bol y la dejamos enfriar.


   Es el turno del colorante, ¿cuanto eché? no tengo ni idea, paré cuando me pareció que tenía un color aceptable. Apartamos el bol hasta que volvamos a necesitarlo.


  En otro recipiente, montamos la nata. Reconozco que este fue un momento tenso para mí, ya que la última vez la nata montada y yo no tuvimos una buena tarde... Pero esta vez, la señora se portó muy bien (¡¡fuegos artificiales!!).


  Vertemos la nata en la mezcla azul y con un poco de paciencia (que yo no tengo mucha), la vamos mezclando. Lo suyo es que no baje mucho de volumen.


  Echamos el mejunje en un tupper y luego al congelador una hora. Lo sacamos y mezclamos un poco para que no se cristalice, y otra vez adentro; hacemos lo mismo otro par de veces más.
  Vale, esta parte es un poco coñazo... peeeero, para aprovechar el tiempo, hice una tarta de manzana que también quería llevar a la comida, aunque esto ya os lo enseño otro día, jeje.
  Como lo hice la misma mañana, llegó el momento de salir de casa, y el helado como que no estaba del todo listo (de ahí la pinta tan rara que tiene en la foto de inicio), pero pas de problème: según llegué a casa de mis primas lo metí al congelador y les dije a las niñas que era para merendar. Lo aceptaron sin más... pero preguntaron por él una y otra vez, hasta que por fin...


 Y después de todo el experimento digo: ¡qué cosa más empalagosa! Con las ganas que tenían la Princesa y la Pirata de helado, ¡y hasta a ellas les costó comérselo!
  Creo que las culpables fueron las nubes que compré, porque comí un par mientras cocinaba y me pareció que eran más dulces de lo habitual, pero no sé... Me da a mi que no voy a repetir, me quedo con lo bueno que estaba en mis recuerdos de la infancia.

  ¿Os animáis a hacerlo y me contáis?

                                                                                                            M..

P.d.: así por comentar, los Pitufos en euskera se llaman Pottokiak; ¿cuantos nombres diferentes tienen estos pobre bichejos azules????